Entre los árboles
Entre los árboles

Si hay algo que sin duda me complace notar esos primeros momentos del paseo es la frescura del aire que mis pulmones recogen al caminar. La grata sensación de agua en el ambiente se une a la combinación de olores que fluyen desde las cañas, los pinos y las higueras que salen a nuestro encuentro. Diría que el verde y el azul se mezclan en un suave vapor que inunda mi pecho mientras la música del discurrir del agua y el canto de los pájaros me conducen a un lugar donde la armonía es absoluta.
Héctor García y Francesc Miralles hablan en su libro sobre el Shinrin Yoku de los beneficios que el arte japonés de envolvernos entre la vegetación aporta al ser humano: reduce el nivel de estrés, disminuye las posibilidades de desarrollar cáncer y, en general, aumenta la calidad de vida de quien lo practica. Yo estoy de acuerdo con ellos, adentrarnos en el bosque y respirar las sustancias sutiles que las plantas emanan sanan la mente y el cuerpo, nos recargan de energía y generan en nosotros una notable sensación de paz y felicidad.
En algunos de estos agradables paseos por la montaña, aprovechamos para meditar sobre grandes rocas que nos transmiten una poderosa energía, infinita y sólida. Son estos unos momentos de auténtica placidez, ausentes de tiempo y tan abstractos como la propia esencia de la naturaleza. Otras veces, según se nos ofrece la ocasión y así lo sentimos, nos detenemos junto a un árbol e iniciamos aquel emocionante y sanador ritual de acercarnos a él lentamente y sentir su inconmensurable inteligencia natural. Pedimos desde el alma permiso para adentrarnos en el inmenso aura del árbol antes de unirnos a él y avanzamos con el ritmo de un baile en el que nuestra voluntad y la del propio árbol se ponen de acuerdo para ir entrelazándose. Paso a paso, las sensaciones nos acompañan hacia la misma corteza del gran sabio donde se unen nuestras manos, en un abrazo, en una caricia…
Sin duda se trata de un momento mágico en el cual la sabiduría ancestral de árbol nos inunda. Su vibración lenta, antigua y eterna atraviesa nuestro cuerpo y reajusta lo roto, lo torpe, lo enfermo y endereza nuestro espíritu con una corriente muda y sutil pero contundente.
El árbol es pura existencia, estuvo allí antes que nosotros y allí permanecerá cuando ya no estemos. Él respira lo que soltamos y nos entrega lo que necesitamos, nuestra simbiosis es total aunque a menudo lo olvidemos. Se mantiene firme y enraizado extendiendo sus brazos hacia la luz, soportando las dificultades del entorno con entereza y decisión, una lección de vida para el hombre. Su energía es primitiva, aprendió hace mucho, respeta el ciclo natural y vive en un fantástico equilibrio con la tierra, el sol y el aire.
Esta experiencia, sencilla y accesible supone un regalo en mi día a día, significa algo grande para mi pequeño mundo. Entrar en el bosque es, en definitiva, una medicina con la que espero contar el resto de mi existencia.
Alberto Lozano.
- Compartir:
Puede que te guste también...

La increíble máquina de la mente
- mayo 18, 2020
- por Alberto
- en Crecimiento personal

Padre y madre: éxito y abundancia

Las heridas del niño interior y las relaciones
