Mientras las heridas de la infancia permanecen abiertas, el adulto busca la sanación en sus relaciones.
Los celos, la infidelidad y el engaño son, entre otros conflictos, la consecuencia de las frustraciones que experimentamos los adultos en las relaciones de pareja.
Suceden porque depositamos en la persona con la que convivimos la responsabilidad de reparar aquellas heridas y traumas que nos persiguen desde la niñez.
De la misma manera que la persona que sufrió el abandono en sus primeros años de vida tiende a buscar compañía compulsivamente por temor a quedarse sola, también provocará que su ego se defienda de un posible y futuro abandono que volverá a ocasionarle sufrimiento.
Esa necesidad de autoprotección crea una tensión inconsciente que puede precipitar la crisis de pareja y ocasionar el abandono del otro.
A partir de estas heridas, el adulto rechaza inconscientemente a las personas con la que siente un vínculo emocional intenso antes de ser abandonado por ellas y revivir de nuevo el trauma.
Las cinco tipos de heridas del niño interior emocionales que, según los psicólogos se detectan en la niñez: la humillación, el abandono, la traición, el rechazo y la injusticia, provocan diferentes comportamientos y actitudes ante las relaciones sentimentales.
Con toda seguridad, las vivencias sentimentales van a finalizar con rupturas y desengaños hasta que la persona sea capaz, por sí sola, de superar el daño recibido en la infancia.
Durante este tiempo de experiencias y relaciones infructuosas, la tendencia a culpar a los demás de la desgracia propia es algo habitual.
En el reconocimiento de las carencias propias, de la profundidad de la herida infantil y de su definitiva sanación, radica la superación de las limitaciones y la oportunidad de reconducir nuestra vida sentimental hacia relaciones más satisfactorias y duraderas.
A continuación, te lo explico en un vídeo por si es de tu interés.